A nivel fisiológico, esta emoción se presenta en cambios corporales como la aceleración del ritmo cardiaco y la respiración, la contracción muscular junto al temblor de piernas y manos, la sudoración, y la aparición de expresiones faciales (como palidez).
En cuanto a las reacciones visibles, el miedo puede manifestarse en la postura corporal, la expresión facial, la voz o en la sudoración repentina. Cuando sientes miedo puedes adoptar una posición encogida, encorvada o introspectiva, como si quisieras protegerte.
La respuesta del cuerpo al miedo, o respuesta de lucha o huida, comienza siempre en la amígdala, una parte del sistema límbico del cerebro que es fundamental para reconocer las amenazas y procesar las emociones.
En situaciones de miedo, el cuerpo humano experimenta una serie de reacciones fisiológicas y conductuales. Estas reacciones pueden incluir la aceleración del ritmo cardíaco, sudoración y la liberación de cortisol, entre otros.
El sistema límbico procesa continuamente todas las emociones que nos llegan de los sentidos y lo hace mediante la amígdala cerebral que, ante una situación de alerta, se activará rápidamente desencadenando la sensación de miedo y de ansiedad.
La adrenalina nos pone en un estado de vigilancia alta ante un estímulo amenazante y el cortisol –hormona que producen las glándulas suprarrenales– ayuda a los músculos a liberar más azúcar.
Consecuencias del miedo: los efectos físicos y psicológicos que el miedo provoca en nosotros son: una hipervigilancia, mayor atención a lo que perciben nuestros sentidos, aumenta la presión arterial, la velocidad del metabolismo, la glucosa en sangre, la adrenalina y la tensión muscular, detiene las funciones ...
El miedo sirve para darnos cuenta de que necesitamos actuar para responder ante una situación de peligro inminente. Por eso es una emoción que actúa para protegernos y nos permite reaccionar de forma rápida; se trata de una función adaptativa básica para sobrevivir.
Conductual: El miedo origina acciones hacia el estímulo o situación temida, como paralizarse, escapar o llorar. Neuronal: el miedo comienza en una región del cerebro denominada amígdala, que forma del sistema límbico; este sistema es el encargado de regular las emociones y funciones de conservación del individuo.
La investigación científica confirma que las emociones influyen en el cuerpo de forma específica. Según un estudio (Nummenmaa et al., 2014), las personas tienden a percibir la tristeza como un peso en el pecho o una sensación de vacío en el estómago.
Los indicadores no verbales de la expresión facial de miedo son: Elevación y contracción de las cejas. Elevación del parpado superior. Estiramiento horizontal de los labios.
Tensión Muscular: La culpa a menudo desencadena un aumento en la activación del sistema nervioso simpático, que puede llevar a la tensión muscular. Puedes sentir rigidez en los hombros, la mandíbula o el cuello. Esta tensión muscular puede ser una respuesta automática a la incomodidad emocional asociada con la culpa.
El trastorno de pánico puede diagnosticarse cuando una persona tiene ataques de pánico repentinos y frecuentes, junto con una preocupación constante o cambios en el comportamiento debido al temor de sufrir ataques en el futuro, lo que suele interferir con su vida cotidiana.
El trastorno de ansiedad no implica solamente estar preocupado. También puede ocasionar, o empeorar, otros trastornos mentales y físicos, como los siguientes: Depresión (que a menudo se produce junto con un trastorno de ansiedad) u otros trastornos de salud mental.
Quédate donde estás y permítete sentir el miedo, aunque sea incómodo. Coloca la palma de la mano sobre el estómago y respira lenta y profundamente. El objetivo es que tu mente se acostumbre a lidiar con el pánico, lo que elimina el miedo a sentirlo.
El miedo es la emoción de los riñones y la vejiga , órganos asociados con el elemento agua. Es una emoción adaptativa normal, pero puede volverse crónica si se ignora. Los problemas renales suelen surgir cuando lidiamos con el miedo, como un cambio de rumbo en la vida o condiciones de vida inestables.
En el plano neuronal, el miedo nace en una región cerebral llamada amígdala, en el sistema límbico, que es el encargado de regular las emociones y funciones de conservación de la integridad de la persona.
Al recibir todas estas señales, nuestro cuerpo libera adrenalina y noradrenalina, hormonas encargadas de estimular el sistema nervioso simpático. Su principal función es preparar a nuestro cuerpo ante alguna amenaza, dotándolo de mayor energía para luchar o huir.
La glándula suprarrenal es una glándula endocrina que produce dos hormonas del miedo : la adrenalina y el cortisol . Estas hormonas se transportan por el torrente sanguíneo a todo el cuerpo.
Esta terapia se centra en modificar su respuesta al objeto o situación que teme. La exposición gradual y repetida a la fuente de su fobia específica, así como a los pensamientos, sentimientos y sensaciones relacionados, puede ayudarle a aprender a controlar su ansiedad.