Si se aplaude al sacerdote al final de su homilía o si se aplaude al coro o al cantor después de un canto, se desnaturaliza la liturgia, que es el culto que se ofrece a Dios y no al hombre, ya que si el hombre se vuelve el centro de la liturgia, ésta pierde su esencia, porque la liturgia es esencialmente el culto que ...
La genuflexión no se hace ante un altar, crucifijo, virgen o santo. Lo correcto es hacerla ante el sagrario, que suele estar ubicado cerca del altar del templo. Nos estamos arrodillando ante Dios, donde está realmente Jesús Sacramentado, es decir solo lo podemos hacer donde Él esté presente con su Cuerpo y Alma.
Para entonces, los fieles deberán estar de rodillas, “porque en esa postura se expresa mejor la actitud de súplica intensa (“te pedimos”) y al mismo tiempo de adoración“, afirma Emilio Vicente de Paz.
Luego, de pie, vuelto hacia el altar, el sacerdote dice en secreto: El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna, y con reverencia consume el Cuerpo de Cristo. Después toma el cáliz diciendo en secreto: La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna, y con reverencia toma la Sangre de Cristo.
En el rito romano, se da tras el Padrenuestro precedido por una oración que explica el sentido de la paz que los cristianos se intercambian y desean en ese momento.
Para ellas, el Espíritu Santo puede producir un sutil sentimiento de gratitud, paz, reverencia o amor (véase Gálatas 5:22–23). En las Escrituras también se describe al Espíritu Santo como un “ardor” en el pecho (véase Doctrina y Convenios 9:8–9).
¿Qué ocurre durante la Sagrada Comunión? En la Sagrada Comunión, recibimos a Jesucristo, quien se entrega a nosotros en Su cuerpo, sangre, alma y divinidad. Esta unión íntima con Cristo significa y fortalece nuestra unión con Él y Su Iglesia.
Acción de Gracias - Cuando regresemos a nuestro asiento después de recibir la Sagrada Comunión, debemos de arrodillarnos (o sentarnos) y orar una Acción de Gracias agradeciéndole al Señor por este gran don de su Cuerpo y Sangre.
¿Cuántas veces se puede comulgar después de confesarse?
De acuerdo con el Código de Derecho Canónico, quien ya recibió la santísima Eucaristía un día (en misa o fuera de misa), solamente puede comulgar otra vez si lo hace dentro de la misa en la que participe (c. 917).
Se enfatizaba así lo Sagrado de la Eucaristía, que sólo las manos consagradas del sacerdote podían tocarla y que quien comulgaba debía rendir adoración a Dios, presente en el Pan Eucarístico, recibiéndolo de rodillas.
Quien falta a Misa en día de precepto comete un pecado mortal, y también si no llega al Ofertorio, que es después del Credo, o si está, con plena advertencia y voluntad, distraído en cosas profanas en la parte principal de la Misa.
No puedes asistir a la Misa por causas ajenas a tu voluntad (como que no se ofrezca Misa, que estés enfermo o que, queriendo ir, te lo impidan por alguna razón que no puedas controlar, por ejemplo, que tu transporte no se haya presentado, que la iglesia esté llena).
No tienes la obligación de asistir a Misa cuando sea imposible, física o moralmente, o cuando la caridad requiera ausentarte, como el tener una enfermedad contagiosa. Ejemplos de razones legitimas para faltar a la Misa que se dan en el Catecismo son la enfermedad o el cuidado de bebes (CCC 2181).
Después de que las personas se han bautizado, se les confirma miembros de la Iglesia y se les otorga el don del Espíritu Santo por medio de la imposición de manos. El Señor dijo: “Y por la imposición de manos confirmaréis en mi iglesia a quienes tengan fe, y yo les conferiré el don del Espíritu Santo” (D. y C.
El Espíritu Santo es el tercer miembro de la Trinidad. Es un personaje de espíritu, sin un cuerpo de carne y huesos. A menudo se le llama el Espíritu, el Santo Espíritu, el Espíritu de Dios, el Espíritu del Señor o el Consolador.
¿Cómo actúa una persona que tiene el Espíritu Santo?
El Espíritu Santo testifica de la verdad. Él es la fuente del testimonio y de la revelación personal. Puede guiarnos para tomar decisiones y nos protege del peligro físico y espiritual. Se le conoce como el Consolador, y puede calmar nuestros temores y llenarnos de esperanza.
Shalom aleijem (Hebreo שלום עליכם shālôm ʻalêḵem; Yiddish שלום־עליכם şolem aleyxem) es un saludo tradicional hebreo. Shalom aleijem significa "la paz sea con vosotros". Y ante ello, la respuesta apropiada es aleijem shalom.
Tomando en cuenta que conmemoramos que Jesús nos dio y dejó su paz (Jn 14, 27), al dar la paz puede decirse “La paz del Señor esté siempre contigo”, a lo cual se responde “Amén” (IGMR 154).
En el momento en que el sacerdote eleva la hostia en el altar di: Espíritu Santo ven a mi alma. Deseo profundamente unirme en intimidad con el Sagrado Corazón de Jesús que se encuentra en la Eucaristía.